Es extraña –también inesperada, también injusta, tantas veces dolorosa– la vida. En mitad del Sexenni de Morella, con el recuerdo a flor de piel por las personas que ya no están, por aquellos familiares y amigos que nos han dejado en este momento mágico que periodiza el tiempo de seis en seis años, conocemos el fallecimiento de Dionisio Campos, un hombre crucial para la sociedad valenciana en los dos últimos sexenios. Un amigo, me atrevería a decir, que llevaba su talante escrito en la mirada. Elegante, afectuoso, sincero. Sobre todo, un hombre de diálogo. Diría más: un hombre de palabra.
Hay muchas formas de ser patriota y Dionisio eligió una forma discreta pero muy consciente. Casi toda su carrera de ingeniero la desempeñó en Ford, una compañía unida a la Comunitat Valenciana por un cordón umbilical de casi medio siglo y por un enorme capital económico, laboral y sentimental. Él, que había trabajado en Reino Unido y también en Rumanía durante muchos años, quiso volver a su tierra.
De ese modo asumió la dirección de la planta de Almussafes en 2015. Fue su gran reto profesional. Lo viví de cerca. Dionisio se esforzó, con toda su alma, en preservar la solidez de la planta de Almussafes. En medio de la reconversión industrial que el automóvil ha emprendido en los últimos años, Dionisio puso todo su empeño para que la planta valenciana continuara robusta. Así, con el esfuerzo decisivo de la plantilla, Almussafes se convirtió en la factoría europea más competitiva de Ford y consolidó un sector que da empleo a 25.000 familias valencianas. Esa era su forma de patriotismo. Desde la empresa, pero con un ojo en su tierra.
Durante mis ocho años en la presidencia de la Generalitat, siempre encontré en él a un aliado. El rigor es otra palabra que lo define. La serenidad, otra más. Y la voluntad de acuerdo, por encima de todas. Con Dionisio en la dirección de la factoría, y con Carlos Faubel como máximo representante de los trabajadores al frente de UGT, todo fue muy sencillo. Por eso recibieron la Distinció de la Generalitat al Mèrit Empresarial i Social en 2022: como reconocimiento a su esfuerzo conjunto por hacer posible el gran pacto social que garantizaba el futuro de aquella semilla que Ford plantó en 1976 en una parcela de 270 hectáreas en Almussafes y que revolucionó para siempre la industria valenciana.
Esa semilla tuvo en Dionisio al mejor defensor posible cuando todo parecía peligrar y la Generalitat se implicó con todos los incentivos a su alcance. Para la Generalitat, Ford era una cuestión de Estado. Para Dionisio, su tierra era una cuestión de principios. Y se aplicó a esa misión con el motor más potente que existe: la convicción. Porque la convicción de Dionisio tenía más caballos que cualquier modelo de los que jamás hará su querida Ford.
Dijo una vez Heny Ford que un negocio que solo hace dinero es un negocio pobre. Ford –la empresa, sus directivos, sus trabajadores– ha aportado mucho empleo y prosperidad a la Comunitat Valenciana. Dionisio siempre entendió así su puesto: no solo negocio, siempre avance social. Con él se va un valenciano discreto. Esa forma de patriotismo sin estridencias. Solo puedo mostrarle una gratitud que es la del pueblo valenciano.
Ximo Puig, Levante-EMV / Agosto de 2024