Señoras y señores;
Nos hemos reunidos esta mañana, aquí, en la Ciudad de la Luz, para conmemorar un nuevo aniversario de la Constitución.
Como bien ha indicado la Vicepresidenta, el Consell el año pasado tomó la decisión de cada año celebrar en la ciudad de Alicante, para toda la Comunitat Valenciana, el aniversario de la Constitución.
Porque del mismo modo que proponemos que España hunda sus instituciones en todo el territorio, que estén presentes las instituciones del Estado en todas las comunidades autónomas y nacionalidades, también en la Comunitat Valenciana queremos que todos los habitantes, todos los valencianos y las valencianas, desde Vinarós a Pilar de la Horadada, sientan cerca la que es su institución: la Generalitat Valenciana.
Coser el país de los valencianos es reconocernos desde la diversidad.
Lo hacemos, esta vez, en la Ciudad de la Luz, símbolo de cómo no hemos de quedarnos atascados en las malas decisiones pasadas, sino convertirlas en oportunidades de futuro.
En este marco resulta fácil hacer un paralelismo entre el nombre que identifica el espacio –la luz– y la energía, ciertamente positiva, que el pacto constituyente ayudó a liberar en nuestro país.
Decía Miguel Hernández: “Hay un rayo de sol en la lucha que siempre deja la sombra vencida”.
El llamado consenso de la Transición fue ese rayo que permitió que la libertad saliera triunfadora de aquel largo conflicto entre premodernidad y modernidad, entre autoritarismo y libertad.
Ese conflicto le costó la vida a tantas y tantas personas, entre ellos a Miguel Hernández. Pero, aunque tarde, dejó la sombra vencida.
Celebrar hoy la Constitución es celebrar su significado histórico. Conmemorar esta efeméride es mucho más que levantar nuestra voz: es dar un grito de nuevo por la libertad.
Y reconocer la sangre derramada por la democracia, y reconocer a todos aquellos que hicieron posible que hoy la democracia sea una realidad.
Un grito como el que, también, sugiere la luz que a duras penas se abre paso en el Guernica de Picasso; luz que, con su precariedad, nos recuerda que la libertad es una batalla continua. Que no podemos bajar la guardia. Que debemos estar prestos para defenderla.
Hoy se ciernen nuevas amenazas, viejos fantasmas van recorriendo naciones. Y para ello necesitamos de una virtud cívica renovada. Necesitamos del patriotismo constitucional en su significado más noble, el de la identificación constante con los valores universales de los derechos humanos: de la libertad, de la igualdad, de la solidaridad.
Necesitamos, como dice Habermas, no sumarnos a valores abstractos, sino defenderlos “de manera concreta, en el contexto histórico de nuestras respectivas historias nacionales”.
Patriotismo ciudadano, patriotismo de la gente, patriotismo constitucional que necesitamos para superar nuestros retos actuales: El reto del frentismo, el reto de la desigualdad, el reto de la fractura territorial.
En primer lugar, porque debemos superar el frentismo político.
Las urnas han producido el mayor número de Gobiernos plurales de nuestra historia, y también la mayor necesidad de acuerdos.
Una pluralidad que es positiva en sí misma. Que acerca nuestras democracias a la realidad de las democracias más sanas, más avanzadas del mundo.
Un síntoma de madurez democrática que, sin embargo, no puede llevarnos a construir una época de polarización y posverdad. Más opciones políticas no suponen más intransigencia, sino, bien al contrario, un mejor catalizador de una sociedad compleja.
Ante este nuevo escenario tenemos que valorizar el ejemplo valenciano. Aquí la diversidad política ha producido un mejor espacio de diálogo y ha demostrado que la estabilidad no se encuentra en la uniformidad, sino en el acuerdo entre diversos.
Es la hora de abrir un tiempo de diálogo permanente en la retórica política.
Más complejidad debe llevarnos a mejores resultados. Y esa es una tarea de todos y de todas, para todos y para todas.
Para todos, porque debemos afrontar uno de los grandes retos, el peor problema que nos deja como factura la crisis, el reto de la desigualdad.
Gobernar significa arbitrar crecimiento y redistribución.
Como sabéis, en su testamento, Jaume I dejó dicho: “Ameu i protegiu totes les persones”. Lluís Vives, valenciano universal, tres siglos después y en el mismo sentido decía que “grande es el honor de una ciudad donde no se ve mendigo alguno”.
Hoy día, el Estado social, el Estado del bienestar que preside nuestra Constitución y el Estatut d’Autonomia, se ha convertido en un bien común –el bien común más preciado de nuestro pueblo– al que no estamos dispuestos a renunciar.
La Constitución marca objetivos que compartimos, pero que han de ser efectivos.
En ello nos estamos esforzando aquí, en la Comunitat Valenciana.
Si la Constitución reconoce el derecho al trabajo, estamos impulsando un cambio de modelo productivo basándonos en la innovación, en la sostenibilidad ambiental, huyendo de la especulación para que todos los valencianos y valencianas tengan un trabajo digno.
Si la Constitución reconoce el derecho a la educación, hemos puesto en marcha un programa para garantizar la educación universal y gratuita de todos los niños y las niñas. Una igualdad de oportunidades desde el principio, desde el minuto cero.
Si la Constitución reconoce el derecho a la sanidad, hemos devuelto la universalidad al sistema público y hemos acabado con el copago para los más débiles.
Si reconoce la Constitución, la protección social, estamos destinando más recursos a atender la dependencia y poniendo en marcha a partir de ya, el anteproyecto de ley de Renta Garantizada de Inclusión.
Hay espacios, en cualquier caso, especialmente sensibles, entre los que la colaboración entre la Generalitat y la sociedad civil y esa sociedad civil solidaria han de conjugar una alianza sólida y permanente.
Es por ello que hoy distinguimos a Cruz Roja. Una distinción en defensa de los derechos y las libertades constitucionales para una organización con más de ciento cincuenta años. Siglo y medio después de que Durant gritara aquello de “Todos somos hermanos”.
La Cruz Roja está más fuerte que nunca, más inmensamente solidaria que nunca y más arraigada que nunca entre nosotros.
Año tras año, miles de voluntarios se vuelcan en prestar auxilio sin mirar a quién allí donde haga falta, en ciudades como Alepo, Mosul, Saná o Yuba.
Pero no merece menos importancia su apoyo a los más vulnerables aquí, en lo más cercano, en nuestra tierra. Su esfuerzo por reintegrar en el empleo a quien carece de él, por lograr que personas que lo necesitan tengan en sus manos las herramientas necesarias para mirar hacia el futuro con dignidad.
Esa labor entronca con todos los valores constitucionales que hoy celebramos, porque ninguna sociedad justa se construye aceptando como irremediable la exclusión.
I, en tercer lloc el repte d’administrar, de gestionar adequadament la diversitat, la pluralitat territorial.
El repte de conjugar la igualtat entre persones amb la diversitat entre territoris.
Els i les constituents de 1978 van posar en peu l’Estat de les Autonomies.
Eixa estructura ha donat els seus fruits i podem i hem de celebrar-ho, però sense deixar de reconèixer que actualment és una estructura que necessita urgentment una reforma, una profunda transformació. Al meu parer, una història d’èxit que només pot continuar amb una mirada federal, amb una mirada oberta, amb una mirada que admitisca la pluralitat del nostre país.
Perquè, a pesar dels seus avanços, l’arquitectura institucional ha resultat imperfecta, especialment en allò que fa referència al repartiment dels recursos.
Com vostès saben, la Comunitat Valenciana està greument infrafinançada per poder afrontar les despeses que requereix l’atenció de les seues necessitats, de les necessitats de ciutadanes i ciutadans.
Sense un finançament just, l’edifici alçat durant les últimes quatre dècades, l’Estat de les Autonomies, s’afona.
Els valencians i les valencianes ho tenim clar. Que estem units, tots a una veu, i anem a defensar davant el Govern central allò que ens correspon, un finançament just i adequat per a les nostres necessitats.
El que exigim és el compliment de la Constitució.
Perquè més enllà de consideracions jurídiques, és innegable la discriminació que actualment es pateix per nàixer en un o en un altre lloc d’Espanya, i això va en contra de l’esperit i de la lletra de la constitució.
L’acció d’un Govern mai pot contradir la igualtat de drets ciutadans.
Señoras y señores:
Este año hemos cumplido treinta años de la pertenencia a la Unión Europea.
Nuestra constitución forma parte de los valores europeos.
Hablar de europeísmo es hablar de derechos, de igualdad, de solidaridad, de libertad. Por ello, refortalecer o reforzar las fronteras, o mirar a los otros con desconfianza, nos hace más débiles económicamente, pero sobre todo nos hará menos libres y nos hará menos dignos.
La Unión Europea no puede renunciar a sus principios.
La Unión Europea no puede renunciar a los ideales europeos.
No puede dar ya dar ningún paso más atrás en la defensa de estos principios y valores que forman parte de nuestro ADN.
En València, estos días, se está, se ha estado representando una obra teatral tulada “La armonía del silencio”; una obra de nuestra joven y reconocida alicantina Lola Blasco.
En uno de sus pasajes, la autora superpone fotografías de los refugiados sirios con fotografías de españoles, compatriotas nuestros, cuando huían de nuestra Guerra Civil y de sus consecuencias.
La comparación, créanme, es impactante y exige en nuestras conciencias la misma compasión, la misma humanidad. De entonces y de ahora.
Ese es el mensaje, estos son los valores, los valores universales de la justicia, de la libertad, de la solidaridad. Los valores constitucionales que la Generalitat ha querido premiar este año con estas distinciones y por eso hemos reconocido la labor de Javier de Lucas.
Es una de las mentes más preclaras de nuestra tierra. Filósofo, maestro de generaciones de estudiantes en la Facultad de Derecho de la Universitat de València, de sólido discurso y acerada voz, que ha hecho de la palabra su mejor arma para la crítica política y social.
Sus libros y artículos, las múltiples conferencias, seminarios, la exposición de sus ideas lo han convertido en un referente en la defensa de los más vulnerables, de los que menos tienen, de los migrantes, de las personas que se ven obligadas a salir de su país en búsqueda de un futuro mejor para ellos y para sus familias.
Quiero, por eso, destacar su compromiso con la humanidad.
Su lealtad con las personas, con la igualdad, con la libertad de todos y de todas, vengan de donde vengan, sean de donde sean.
Gracias, Javier, por tu obra, acicate para nuestras conciencias.
Como dice Sami Naïr de Javier de Lucas: “La fuerza de su pensamiento reside en recordarnos nuestro deber de solidaridad y en no aceptar lo intolerable”.
Señoras y señores:
Los valores de la Constitución, y el acuerdo cívico en torno a ellos, es el mayor hito político de una sociedad fracturada demasiado tiempo.
La libertad, la justicia social y la igualdad son valores inagotables en el tiempo. Pero el riesgo de su grandeza histórica es que su presencia nos haga pensar que serán infinitos sin necesidad de hacer ya nada más.
El contrato social nunca es infinito.
Quien lo firma es el pueblo soberano y tiene derecho a decidir sobre su actualización.
La sociedad española y su contexto han cambiado mucho desde hace cuatro décadas.
Es un error pensar que el éxito de la Transición obliga a no modificar nada, porque esa inacción va en contra del espíritu de la Constitución.
Por ello, ese “patriotismo constitucional” que reclamo es un grito contra el inmovilismo. Es una reivindicación de la reforma.
La reforma como respuesta al miedo.
Una reforma que aglutine a esa inmensa mayoría que no quiere dejar el camino expedito a la ruptura pero que necesita una alternativa de esperanza.
Si algo nos enseña la Constitución es que ante las encrucijadas históricas no sirven respuestas simples, y mucho menos respuestas partidistas.
Porque como decía el filósofo americano Emerson: “Al tratar del Estado debemos recordar que sus instituciones no son aborígenes, aunque existieran antes de que nosotros naciéramos. Que no son superiores al ciudadano. Que cada una de las instituciones no ha sido el acto de un sólo hombre, pues cada ley y cada costumbre ha sido particular. Que todas ellas son imitables y alterables, y que nosotros las podemos hacer igualmente buenas o mejores.”
Amigas y amigos, señoras y señores:
Defender la Constitución hoy es defender su reforma.
Muchas gracias.
Ciudad de la Luz de Alicante, 6-12-2016