Dia de la Constitució ’15

Senyores i senyors:

Ausiàs March, un dels nostres més reconeguts poetes, deia “Al vent dóna la vela per arribar al port molt desitjat”

Valencianes i valencians:

Fa 37 anys, tota una generació d’espanyols i espanyoles es van sumar als vents de la llibertat que s’obrien pas. Després de 40 anys de règim militar i autoritari, aquella generació, mitjançant el diàleg, es va dotar de l’instrument necessari per aconseguir la meta de la democràcia: la Constitució del 78.

Eixa és la principal raó d’aquesta commemoració: celebrar l’acta del naixement d’un règim de llibertats, el nostre particular port d’arribada a la democràcia que, durant tant de temps, tantes persones havien anhelat, i tantes persones havien quedat pel camí. 

Celebrar la nostra Constitució és reconéixer als que van lluitar per la llibertat, la igualtat, la solidaritat. 

Celebrar la Constitució és recordar, entre altres coses, que la llibertat és una conquesta molt recent. 

En termes històrics, la llibertat és un bé escàs. El seu assoliment ha costat, en paraules de Churchill, “sang, suor i llàgrimes” al llarg de diversos segles de combat de milions de persones per fer-la realitat. I, malauradament, a molts països del món encara hui no ha arribat.

Això és el que un 6 d’octubre de 1977 estava fent Miquel Grau a la Plaça de los Luceros d’Alacant. Difonia la celebració d’un 9 d’Octubre, del 9 d’Octubre en aquells temps quan els crits de llibertat, amnistia i Estatut d’Autonomia eren crits d’esperança. I la cruel intolerància va esclatar cobrant-se la seua vida. 

Sí. La democràcia va tenir els seus herois, encara que hauríem desitjat, com deia Bertolt Brecht, que estos no foren necessaris. 

Un temps canviant com l’actual no es construeix, no es reivindica ni s’enalteix llançant el passat a l’oblit. Rebaixant els seus èxits o minimitzant les seues conseqüències. Perquè són les conseqüències d’eixos èxits, i també de les seues insuficiències, els que hui permeten i emparen que poguem repensar la Constitució. 

Celebrar la Constitució de 1978 és també festejar la llibertat recobrada. La llibertat de pobles com el nostre, el poble valencià. 

Celebrar la Constitució de 1978 és celebrar el nostre estatut d’autonomia. La norma que, millor que qualsevol altra, simbolitza la nostra recobrada capacitat d’autogovern. 

La nostra autonomia, la Comunitat Valenciana, és filla de la Constitució del 78 i no ho hem d’oblidar. Per això serveix també la commemoració del dia de hui. 

Un règim de llibertat, democràcia i autonomies: eixe era el port anhelat per aquella generació. I ho van aconseguir. 

Por todo ello debemos estar agradecidos a aquella generación. Un agradecimiento que, en muchas ocasiones, hemos tratado de singularizar en algunas pocas personas. Y está bien que así sea. Remarcamos la importancia que en aquel trance histórico tuvieron un especial protagonismo los llamados “padres de la Constitución”. Padres y madres, diría yo. 

Sirva este acto aquí, en Alicante, para homenajear a aquellas mujeres que formaron parte de la legislatura constituyente. La legislatura que elaboró la actual Constitución. Mujeres como la alicantina Asunción Cruañes, que tanto han contribuido a impulsar uno de los mayores cambios acaecidos en las últimas cuatro décadas. La “revolución de las mujeres”. La conquista de su libertad y de su igualdad de derechos. 

Soy consciente de que esa igualdad, la igualdad de género, es todavía incompleta. Que queda mucho por hacer para alcanzar su plenitud, como en tantas otras cosas queda muchísimo camino que recorrer. Pero es, sin duda, la presencia constante del terrorismo machista la peor ignominia. 

En 1978 nos dotamos de un buen barco. Nos dotamos de unas buenas velas,  pero la travesía continúa. También ese era el propósito de actos como hoy. Recordar que la Constitución es un producto vivo. Un producto que debe saber adaptarse a las necesidades de la sociedad en cada momento histórico. 

Thomas Jefferson, uno de los padres de la Constitución americana, dijo que “cada generación es tan independiente de la anterior como ésta era de todo lo que había pasado antes y tiene el derecho de escoger, por si misma, la forma de gobierno que considere más apropiada para promover su propia felicidad, para ajustarla a las circunstancias en las que se encuentre”.

Siempre es una muestra de inteligencia respetar la historia, leer bien la historia. Pero las palabras de Jefferson encierran un principio que no podemos soslayar: petrificar nuestros acuerdos de convivencia es condenarlos al fracaso ante una sociedad que se transforma todos los días, que evoluciona y cambia en su economía, su cultura, en sus formas de convivir.  

La reforma de la Constitución no supone un salto en el vacío, un riesgo de inestabilidad. Todo lo contrario. La inestabilidad nace cuando se reprimen las preferencias de los ciudadanos. Cuando se desconfía de los procesos que la propia Constitución contempla para su reforma, como si éstos fueran añadidos meramente ornamentales. Cuando se desconfía de su capacidad para encauzar y pacificar las discrepancias. 

Temer el cambio de la Constitución supone temer la voluntad del pueblo soberano. Dudar implícitamente de su madurez y de su responsabilidad. Una duda similar a la que algunos esgrimían en la Transición cuando afirmaban que España no se encontraba preparada para la democracia y propugnaban el miedo para ocultar sus prejuicios y sus propios miedos.

Los reflejos de los demócratas del presente son bien distintos y son bien diferentes a los reflejos autoritarios del pasado. 

Señoras y señores:

Es difícil explicar la importancia de la Constitución o defender su valor si la política del día a día, la política de los gobiernos, se olvida de los mandatos constitucionales. 

El nuevo gobierno de la Generalitat es muy consciente de todo ello. En palabras de Ronald Dworkin, el nuevo Consell se “ha tomado en serio los derechos de los ciudadanos”. 

Si la Constitución reconoce el derecho al trabajo, hemos impulsado un cambio de modelo productivo basándonos en la innovación y la sostenibilidad medioambiental. 

Si reconoce el derecho a la educación, hemos puesto en marcha un programa para garantizar la educación universal y gratuita de todos los niños y las niñas. 

Si reconoce el derecho a la sanidad, hemos devuelto la universalidad al sistema público. 

Si reconoce el derecho a la atención a las personas en situación de dependencia, hemos derogado el copago. 

Si reconoce la igualdad entre españoles en el acceso a los servicios públicos, vamos a presentar un recurso de inconstitucionalidad para que se cambie el modelo de financiación. 

Los poderes públicos, desde la lealtad y el respeto al marco de distribución competencial, tenemos en nuestras manos los instrumentos necesarios para hacer efectivos los principios y los valores constitucionales. Para hacer efectivos los derechos de los ciudadanos. 

Son esos instrumentos los que hemos de poner a trabajar y actualizar. Los que, como he dicho, hemos de cimbrear modificando la propia norma constitucional. 

No hemos de tener miedo a reformar la Constitución. Esta es otra lección que podríamos aprender de nuestros amigos alemanes que, en poco más de 60 años, han cambiado casi 60 veces la Constitución. 

Como President de la Generalitat creo que debemos hacerlo por muchas razones. Porque la sociedad ha cambiado y hemos de adaptar nuestros acuerdos constitucionales a las nuevas circunstancias. Porque no sólo se trata de hacer valer los derechos reconocidos, sino también de reconocer nuevos derechos y de dar mayores garantías a los derechos ya existentes. 

Porque los retos de la actual generación son los nuevos retos del desarrollo sostenible y la gobernanza democrática, tal y como ha acordado recientemente la ONU al aprobar la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030.

Porque la Constitución dispuso un régimen de autonomías que ahora, desde la experiencia vivida, podemos mejorar y perfeccionar. En mi opinión, hacia un modelo federal que garantice la igualdad de los ciudadanos y la singularidad de los territorios.

Són moltes les raons per les quals, 37 anys després, hem de repensar la nostra Constitució. Una Constitució que, com he defensat al principi de la meua intervenció, hem de celebrar. Una Constitució a la que hem d’estar agraïts, però que també hem de mantenir viva i adaptar als nous vents que bufen en la nostra societat i en el món.

El vaixell del que ens dotaren en 1978 era oportú. Les veles també. Però cal moure’l amb trellat, amb sentit comú, complint els mandats constitucionals. I res ens ha d’impedir introduir les millores que siguen necessàries per arribar, com diria Ausiàs March, al port molt desitjat. 

Ara i sempre celebrem la convivència, la recuperació de l’autogovern. Celebrem la democràcia i treballem junts per aconseguir una societat més justa i més lliure. 

Fa unes setmanes es van complir 15 anys de l’assassinat d’Ernest Lluch, un altre heroi cívic contra el fanatisme. Faig present el seu llegat, ben vigent. Si alguna actitud política funciona, es manté. Si no funciona, es corregeix immediatament. L’únic inamobible serà la defensa d’aquells principis que han de dur-nos a una situació millor dins d’allò humanament possible perquè la lliberta política, l’eficàcia econòmica i la justícia social avancen. 

Miquel i Ernest foren assassinats per defensar la llibertat. 

Ells són el millor testimoni dels valors que, junts, hem de preservar i garantir. 

Moltes gràcies.