Origen. / La estación de origen queda retratada en la Historia. En el siglo XVIII, los viajeros empleaban ocho días completos en recorrer el sinuoso trayecto de València a Madrid. Ocho días, con sus noches en posadas de Buñol, Minglanilla o Tarancón, si se iba por Cuenca, o con paradas en Carcaixent, Villanueva u Ocaña si se elegía la ruta de Xàtiva. Ocho días. Una eternidad.
Casi tan largos se hicieron los 22 años de espera que tardó en llegar la alta velocidad ferroviaria a la Comunitat Valenciana, hace ahora una década, para conectar València con Madrid en 95 minutos. La capital de España quedaba conectada con la tercera ciudad. El sistema radial, con epicentro en la Puerta del Sol, sumaba un nuevo radio. Nuestra tierra, necesitada de conexiones, avanzaba. Con retraso, y como siempre mirando al centro, pero avanzaba.
Trayecto. / Estos diez años arrojan un balance positivo. El tren de alta velocidad València-Madrid ha transportado más de 21,4 millones de viajeros en sus primeros nueve años, con 2,6 millones solo en el 2019.
Al dejar libre de pasajeros la vieja vía de larga distancia, ha crecido el tráfico de mercancías por ferrocarril entre València y Madrid. Las relaciones comerciales son intensas: Madrid es el primer origen y destino de las compras y ventas de las empresas valencianas. Además, a muchas personas se les ha facilitado la vida cotidiana y familiar.
Para València, como para Alicante y Castelló tiempo después, la llegada de la alta velocidad y su conexión con la capital ha facilitado la vida de profesionales, ha acercado inversiones y ha impulsado el flujo de turistas. En definitiva: ha disparado unas relaciones históricas que ya eran muy fluidas. Eso ha ahorrado emisiones también por el aumento de mercancías por ferrocarril, y ha migrado una bolsa importante de viajeros de avión a un transporte mucho más sostenible.
Destino. / Diez años después del primer viaje Madrid-Valencia, este aniversario es una buena oportunidad para reivindicar el objetivo original de la alta velocidad: conectar España en red de una manera transversal e inteligente.
La evolución ha sido bien distinta. Como si el AVE fuera sinónimo de Madrid, ha faltado una voluntad real de favorecer una cohesión entre territorios con miras a la competitividad y el reequilibrio vertebrador. La obsesión por que toda España estuviera conectada con Madrid en un máximo de 4 horas y media relegó objetivos prioritarios para el conjunto de la sociedad española.
Esa forma de entender España, esa concepción centralista que es tan ineficiente como insensible a la España diversa, ha tenido su correlato en el mapa ferroviario radial: todo bien enlazado con Madrid, con contadas conexiones entre los nodos. Es así como se ha acentuado un proceso de concentración, absorción y centralización de recursos que ha germinado en el desequilibro actual entre Madrid y el resto de España. Con el mapa radial, todos hemos ganado, efectivamente; pero uno ha ganado mucho más que los demás. El efecto aspiradora.
Próximo viaje. / Este aniversario nos invita a una reflexión de futuro. En primer lugar, debemos reinterpretar el AVE como un instrumento capaz de forjar unas relaciones entre España y su capital más equilibradas. Si tan cerca está la Comunitat Valenciana de Madrid, ¿qué obstáculo hay para que nuestra tierra albergue la sede de organismos estatales?
Puede, y debe, mirarse la España poliédrica –la España de Españas realmente existente– desde cualquiera de sus puntos geográficos y no siempre al abrigo del oso y el madroño. Así ocurre en Alemania. Todos los tribunales (ubicados en Karlsruhe, Múnich, Erfurt, Kassel y Leipzig) quedan lejos de Berlín, capital política, y lejos también de de Frankfurt, capital económica que a su vez alberga la sede del Banco de Alemania, la sede de la principal bolsa del país, y la del Banco Central Europeo. ¿Por qué no ocurre así en España?
Otra reflexión: es inaplazable comenzar a unir entre sí todos esos puntos que ahora solo están unidos a Madrid por alta velocidad. De manera perentoria, es urgente la finalización del Corredor Mediterráneo que conecte entre sí, con alta velocidad ferroviaria, Alicante, València y Castelló, y que enlace la Comunitat Valenciana con Cataluña y Francia para llegar antes y mejor al corazón de Europa. Esta infraestructura es estratégica para nuestros empleos y para nuestra economía. Como lo es la red de Cercanías, que para este 2021 tiene consignada una inversión de 263 millones en la Comunitat Valenciana.
Pasar de ocho días a 95 minutos en el viaje terrestre con Madrid ha sido un hito. Un gran viaje de ida. Ahora falta cumplir otra hazaña, cuyos obstáculos para sortear no son orográficos, sino mentales: pasar de la España radial a la España en red. En infraestructuras y en mucho más. Ese es el billete de vuelta.
Ximo Puig, Levante-EMV / 18-12-2020