La frase. «Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace?». (John Maynard Keynes)
La vida es una sucesión de fronteras. El primer viaje, el primer empleo, el primer piso. Todas son emocionantes; algunas generan vértigo. El segundo hijo se ha convertido en una frontera mental para muchas familias. Tener un segundo hijo o no: es un tema más de sofá que de tertulia de televisión. Uno de esos debates reales que el ruido impide emerger y que la futbolización de la política acalla.
Esta semana hemos anunciado una de esas medidas que cambian viejos paradigmas. Una acción pionera en España que cruza fronteras de bienestar y atiende a la mayoría social. La próxima legislatura ampliaremos los beneficios de familia numerosa a las familias valencianas con dos hijos. El mundo ha cambiado y nos adaptamos a él. La natalidad ha caído a la mitad en cuarenta años: ya está en 1,2 hijos por mujer. Hoy, en la Comunitat Valenciana, solo 66.000 familias tienen tres hijos. En cambio, hay 265.000 familias con dos hijos. Un millón de personas en total. Con este cambio, las familias con dos hijos recibirán deducciones fiscales, descuentos en matrículas educativas, puntos extra para becas comedor, transporte más barato y precios más bajos en el ocio. La política debe estar pendiente de la televisión, esa ventana al mundo. Pero aún más debe atender al sofá, esa ventana a la vida. Ahí se cuecen los temas invisibles que mejoran la sociedad. Menos tele, más sofá.
Otra mirada. Un cartel. Parece algo desfasado, viejo, inútil. En la época de las “no-cosas”, del todo digital, ¿para qué pegar un cartel? Y sin embargo, es inevitable recordarlo: mucha gente ha entregado su vida por pegar carteles en libertad. Siempre recuerdo un cartel que marcó mi juventud. Se lo colgó del cuello Olof Palme. Era septiembre del 75 y aún no había muerto Franco. La noche en España era escarcha, cerrada y pobre. Y Olof Palme salió a las calles de Estocolmo, con una hucha en la mano y ese cartel histórico en letras mayúsculas que decían: “Para la libertad de los españoles”. A él lo asesinaron, en una noche gélida, cuando salía del cine. Lo mataron por la espalda. Por querer ser libre. Por defender un mundo libre y en paz. Por eso, su memoria –y la de tantos otros– pervive hoy en un cartel.
#Moment. Olor a factoria, olor a dignitat. Ànima obrera. Tot això es respira només entrar a Ford Almussafes. Vaig estar el dijous amb els treballadors. L’emoció d’eixe aplaudiment final mai l’oblidaré. Porte, des de fa quaranta anys, el carnet de la UGT a la butxaca. És un orgull íntim. Una brúixola vital. Recordar d’on vens; saber on vas. Ford, una multinacional americana, haguera pogut triar Alemanya per electrificar els seus vehicles a Europa. Tanmateix, ha triat Almussafes. És un èxit del diàleg social, de directius i del sindicat, que assegura el treball a 25.000 persones. Simbolitza la confiança en esta terra. Eixe moment. Eixe aplaudiment. I en la cartera, un carnet.
Una entre tants. Li diuen Sabrina Navarro i és d’Albuixech. La vaig conéixer esta setmana. Té vint anys. Toca la trompeta. Estudia música des dels cinc anys. També dona classes a huit alumnes. La música –em contava– és la seua passió, la seua professió, la seua vida. L’any que ve impartirà classes de cant. Això només passa a la Comunitat Valenciana. Tenim la meitat de bandes de música de tota Espanya. Més de 200.000 persones involucrades en un moviment cultural, artístic i educatiu únic al món. Sabrina és una entre tants. I m’agradava pensar, mentre ella interpretava l’himne d’Europa davant del Palau de la Generalitat, que Sabrina ha escollit un camí propi. El que porta tatuat al braç dret: la trompeta. Un projecte de vida. La major de les llibertats. La frontera més important.
Ximo Puig, Levante-EMV / 14-5-2023