Medio pan y un libro

La frase. «Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro». (Federico García Lorca)

Contaba Enric Juliana esta semana que es periodista porque le gusta leer y escribir, por ese orden. Me ocurre lo mismo. Es casi un vicio: la lectura, los libros, la necesidad de tener muchos al lado en montañas apiladas que, más que libros, son expectativas de lectura, viajes de relectura, promesas de felicidad. Hoy es Sant Jordi, Día del Libro. El mejor escudo frente a la intolerancia. Una protección ante el sectarismo. Creo que esa es la mejor manera de asomarme, con permiso, a esta ventana. Sabiendo, como Joan Fuster decía, que “tots, si arribem a tenir raó, la tenim a mitges”. Es así. Conviene rehuir los dogmas y jamás creerse en posesión de la razón absoluta, de la verdad revelada. Por eso es imprescindible el respeto a cada mirada; la primera obligación de un demócrata cuando tiene cinco millones de miradas distintas que respetar. 

El libro tiene otra función: forma. Ahí, en la educación, está el mayor ascensor social. Por eso hay que asegurar la educación gratuita desde los cero años hasta el final de la universidad o de la Formación Profesional. Por eso hemos puesto todo el esfuerzo en el fin de los barracones, los libros gratuitos de Xarxa Llibres, las becas comedor, el récord español de becas universitarias o el transporte gratuito para los estudiantes. Porque aspiramos a una sociedad donde el esfuerzo sea más decisivo que la cuna. 

Otra mirada. La vivienda. Esta será la legislatura de la vivienda. Es la gran brecha social para las familias y los más jóvenes. La Ley de Dependencia amplió el Estado del Bienestar. Ahora, el nuevo salto tiene que ser una política de vivienda ambiciosa que movilice todos los recursos públicos y privados necesarios. Del derecho constitucional a la vivienda al derecho real.

#Moment. 23 d’abril, Alcoi, fa set anys. És impossible oblidar eixe moment. Era de vesprada i, vestit de moro, vaig desfilar en l’Entrada Mora d’Alcoi amb la filà Domingo Miques. És difícil descriure aquella profunda emoció, per a mi del tot inesperada quan entrava a la plaça. Però té molt a vore amb el caràcter popular, alegre i obert del poble valencià. Ahir ho vaig poder tornar a sentir, esta vegada com a espectador.

Un entre tants. Marc Granell és un dels grans poetes valencians vius. Esta setmana ha complit 70 anys. Sempre que veig a Marc em fixe en la seua mirada neta, en la seua senzillesa, en la seua bondat. Fa poc vam celebrar el Dia de la Poesia al Palau de la Generalitat. Marc va vindre. Algú recità eixos versos seus que tanta gent coneix. “En la ciutat hi ha una plaça / i en la plaça un arbre vell. / En l’arbre hi ha la tristesa / de saber que és el darrer. / Abans n’hi havia molts d’altres, / ara tan sols queda ell / com un record que s’apaga / entre el ferro i el ciment”. És la veu de Marc Granell. Va escriure eixos versos fa trenta anys. Hui, la consciència general ha canviat. Més arbres, menys fum. Gràcies, en part, a veus com la seua. Gràcies als llibres. Ja ho deia Lorca: “Medio pan y un libro”.

Ximo Puig, Levante-EMV / 23-4-2023