Premis Rei Jaume I ’20

Des d’aquesta Llotja de la Seda, símbol de la plenitud que el poble valencià i les seues institucions d’autogovern van assolir al segle XV, vull agrair-los a tots i a totes la seua assistència a aquest acte solemne.

Gracias, Señor, por acompañarnos una vez más y prestigiar con su presencia a la Comunitat Valenciana y a los Premios Rei Jaume I.

Els guardons que hui s’atorguen porten el nom del fundador del Regne de València, el rei Jaume I, un monarca medieval que apreciava el poder de la raó.

Tant és així que en una obra signada per ell i titulada Llibre de Saviesa, el rei Conqueridor enumerava cinc virtuts d’allò que en aquell moment estaria barrejat entre la ciència i l’humanisme:

La sapiència –escriu Jaume I– és vida de l’ànima e sembra tot lo bé al cor. És vestidura honrada del seny. És llum e claredat de la vista del cor. És renda dels savis. És fruit e costum dels senys.

Esto escribía Jaume I hace ocho siglos. Y esas ideas mantienen hoy plena vigencia.

Sin duda, la sabiduría, la ciencia –la razón, en definitiva– es la mejor vacuna frente a la visceralidad, la irracionalidad y el espíritu de “muera la inteligencia” que algunos intentan inocular en nuestra sociedad.

Frente a la incultura, ciencia. Frente a la posverdad, ciencia. Frente al fanatismo, ciencia.

Porque la ciencia, la razón, la filosofía –ese fértil cruce de caminos entre el humanismo y la actividad científica–, se erigen en el mejor asidero ante los retos que nos plantea el presente y los desafíos que nos aguarda el futuro.

Impregnada de compromiso social y con una mirada que trascienda lo meramente individual, la ciencia –junto a la tecnología y el emprendedurismo– deben constituir la base para seguir avanzando, todos juntos, como sociedad.

Y a esa noble tríada –ciencia, tecnología y emprendedurismo– vienen a honrar los prestigiosos galardones que hoy entrega la Fundación Premios Rei Jaume I.

Señoras y señores. el origen de estos “Premios Nobel valencianos” se remonta al año 1989. Justo hace ahora treinta años.

Aquel fue un año trascendental. La caída del Muro de Berlín extendió la Europa de las libertades y de la democracia; impulsó los valores ilustrados que anidan en el corazón del proyecto europeo.

Por ello es oportuno recordar aquel momento crucial de la Historia reciente en un tiempo, el nuestro, en el que algunos se empeñan en volver a hablar de muros y resucitar fracturas ideológicas y emocionales.

Pero “No, diguem no. Nosaltres no som d’eixe món“, como canta Raimon.

Nosotros no creemos en las barreras, ni en las físicas ni en las mentales. De hecho, gracias a derribar barreras y hacer de València una tierra abierta a todos los comerciantes europeos, fue posible alcanzar la prosperidad de nuestro Siglo de Oro, tan bien reflejada en las 24 columnas helicoidales de esta antigua Sala de Contractació.

Por eso es necesario que desde la cultura, la ciencia y la investigación, ámbitos transfronterizos desde su origen, ámbitos opuestos a posverdades imaginadas y realidades paralelas, se lance un mensaje de esperanza sobre la convivencia, que a todos nos enriquece y nos hace mejores. 

Señoras y señores, los seis premios que hoy Su Majestad entrega responden a las urgencias de esta sociedad.

Los referidos a la economía y el emprendedurismo señalan la forma de crecer: desde la innovación, la sostenibilidad y el cambio de modelo productivo.

Los vinculados a la investigación básica y médica nos marcan la importancia de conseguir avances y desarrollar mejoras que repercutan en el bienestar de la ciudadanía a corto, medio o largo plazo. No olvidemos nunca el largo plazo. Es lo que distingue a un buen gobernante de uno malo; a un buen investigador, de uno mediocre.

Por último, los premios relacionados con las nuevas tecnologías y la protección del medio ambiente aluden a dos grandes desafíos de nuestra era. Y me gustaría detenerme en ellos.

En primer lugar, las nuevas tecnologías.

El mundo ha cambiado. Basta con sacar el teléfono de nuestro bolsillo para constatarlo. Y si la Historia nos da una lección inequívoca es que no se puede dar la espalda a los cambios. Quien no se sube al tren de la Historia, se queda en el andén. Sin embargo, otra cosa muy distinta es que no podamos enderezar el rumbo de la locomotora. Es más: esa es nuestra obligación.

Lejos de los “apocalípticos” a los que citaba Umberto Eco, hemos de aprovechar las oportunidades que todo cambio tecnológico nos ofrece. Anteponiendo, siempre, una visión ética a las transformaciones.

Sin humanismo no hay ciencia. Sin ciencia no hay humanismo.

En segundo lugar, quiero detenerme en la protección del medio ambiente. La ciencia nos ha puesto ante el espejo la emergencia climática a la que nos enfrentamos.

Frente a los negacionistas o los relativistas, la ciencia debe ser la palanca que nos impulse a actuar de manera rápida y decidida, tanto a Administraciones como a ciudadanos. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible han de ser nuestra guía; una Constitución global de obligado cumplimiento.

Porque el planeta nos lo exige. Porque las generaciones venideras no pueden ser víctimas de nuestra irresponsabilidad. No cabe otra opción. 

Señoras y señores, la ciencia es sinónimo de progreso. Y no podemos renunciar al progreso. A pesar de los temores y de la incertidumbre que marcan nuestra época, hemos de recobrar la fe en el futuro. No temamos al futuro.

Sin utopías no hay avances; bien lo saben los investigadores y las científicas que hicieron descubrimientos impensables en el pasado. La sociedad y los gobiernos debemos aprender de esa actitud de optimismo, esperanza y convicción.

Por ello, la Generalitat Valenciana está dando pasos firmes en su apoyo a la actividad científica e investigadora.  

En esta legislatura hemos creado la Conselleria de Innovación, Universidad, Ciencia y Sociedad Digital para darle el rango, el impulso y la prioridad política que merecen.

En ese camino tenemos ya en marcha medidas ambiciosas como la implantación de la red 5G, el plan de transformación digital del tejido productivo, el establecimiento de un observatorio que analice y reduzca la brecha digital, la creación de un marco de financiación estable para las universidades, la elaboración de un mapa de la ciencia y el impulso de una institución para la captación de la excelencia científica.

Además, acabamos de presentar la Estrategia de Inteligencia Artificial de la Comunitat Valenciana, con vocación de integrarla en la red Ellis de excelencia europea de inteligencia artificial.

Y cada día crece el ecosistema innovador de nuestra tierra, con la comunidad científica de las universidades, los institutos científicos y los hubs tecnológicos a la cabeza.

Pero estamos en un momento político complejo. Y necesitamos la estabilidad que garantice e impulse la inversión en I + D + i, como también necesitamos que nunca más haya debates electorales donde la palabra ciencia no sea pronunciada, o que lo sea de manera testimonial.

Hoy quiero felicitar a los premiados, que con su trabajo y su talento contribuyen a mejorar nuestras vidas: Xavier Tolsa, José García Montalvo, Pura Muñoz-Cánoves, José Antonio Sobrino, Aníbal Ollero y Carlota Pi.

Y doy las gracias a quienes hacen posible esta excelencia valenciana que son los Premios Rei Jaume I: a la fundación, a los patrocinadores, al prestigioso jurado que tenemos el honor de acoger en nuestra tierra y, cómo no, al empuje entusiasta e incombustible del profesor Santiago Grisolía, un faro de la ciencia proyectado desde València hacia el mundo. Gracias siempre, Santiago.

Gracias por aquel sueño de hace 30 años que has convertido en realidad apasionante durante tres décadas.

Señoras y señores, acabo ya.

Hace un mes leí una carta al director que publicaba una estudiante de bachillerato de València, Esther Moreno Salavert, cansada ya de oír cómo padres y profesores le advierten de que las carreras científicas solo pueden aprovecharse bien en el extranjero.

Dice Esther: “El futuro del mundo es la búsqueda, el método científico. Y si un país no cuida a sus investigadores, los perderá. Ojalá, cuando acabe la carrera, las cosas hayan cambiado y pueda hacer lo que me gusta en el lugar que me ha visto crecer”.

Os pido a todos y a todas que nos alejemos de abstracciones y cifras y que pensemos, por un momento, en Esther y en su deseo. Porque de ello depende nuestro futuro y el de las próximas generaciones.

A partir de hoy, trabajemos pensando en la generación que representa Esther.

Moltes gràcies.