Premis Rei Jaume I ’21

Proclamamos hoy la edición número 33 de los Premios Jaume I. Y hace justo 33 semanas que nos reunimos aquí en la anterior edición.

Entonces comenzaba el otoño, la pandemia avanzaba y el mundo pensaba en dos palabras: “una vacuna”. Una vacuna para proteger nuestras vidas, recuperar el bienestar perdido y devolver normalidad a nuestra vida.

La incertidumbre era absoluta. Y solo había un asidero de esperanza: la ciencia.

33 semanas después, la Ciencia ha cumplido. Gracias a una hazaña del conocimiento que pasará a la Historia, nuestra “foto” actual es totalmente distinta a la de hace 7 meses.

En la Comunitat Valenciana se han administrado 3 millones de dosis. Más del 95 % de mayores de 60 años han sido vacunados. Y entre las personas vacunadas y las que han superado la enfermedad, ya tenemos a la mitad de la población valenciana con protecciones frente al virus.

La Ciencia ha estado a la altura.

La Sanidad ha estado a la altura.

La Sociedad –con su enorme esfuerzo y un civismo encomiable– ha estado a la altura.

Ahora hay una pregunta: ¿estaremos a la altura los gobiernos de todo el mundo?

Tres retos se dibujan en el horizonte.

Primero, y fundamental: que la vacuna llegue lo antes posible a todos los rincones del mundo.

Comparto con el presidente ejecutivo de la Fundación, Javier Quesada, una idea básica: el conocimiento debe ser accesible a todos. Sin mercantilismos. Sin proteccionismos nacionalistas.

El interés superior debe ser, en un momento tan crítico como el actual, la salvaguarda y el progreso de la Humanidad entera. 

Por eso, las Vacunas deben llegar rápidamente a todas las personas: con liberación de patentes, con licencias obligatorias a precios asequibles, o con la exigencia de una cooperación entre innovadores y productores para acelerar la fabricación de vacunas.

En resumen: con aquello que haga falta. Porque NO pueden seguir muriendo miles de personas cada día por la incapacidad de la burocracia o por egoísmos injustificables.

Recordemos una frase del químico francés Louis Pasteur: «La ciencia no sabe de países, porque el conocimiento le pertenece a la humanidad y es la antorcha que ilumina al mundo. 

La ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y la fuente de todo progreso».

Es ese espíritu el que debe alentarnos a llevar la Antorcha de la ciencia y extender su luz y sus beneficios a todos los lugares del mundo.

¿Acaso es decente otra postura? ¿Acaso es inteligente otra vía para superar una pandemia global?.

El segundo reto que tenemos las Administraciones no es nuevo, pero el contexto lo ha resituado como prioridad incuestionable. 

Me refiero a la obligación de financiar, como es justo, a esta nueva pata del Estado del Bienestar que nos ha salvado de la pandemia y que nos salvará de futuras epidemias: la Ciencia y la Investigación.

Aunque no es suficiente y nos queda un largo camino por recorrer, la Comunitat Valenciana marcha por esa senda.

Hemos aumentado el número de investigadores un 19 % en el último lustro auditado: 2.100 investigadores más. Y en 2019, último dato oficial, nuestro gasto en I+D ha aumentado un 7,6 %,                     siendo la 3ª comunidad con mayor incremento.

Hemos avanzado. Pero insisto: No es suficiente. Y hacemos la debida autocrítica. Necesitamos seguir aumentando nuestro esfuerzo tecnológico, porque a mayor gasto en I+D, mayor es la renta per cápita.

Y lo urgente no puede relegar lo inaplazable.

El tercer reto para las instituciones tiene nombre y apellidos: José Ramón Trillo. 

Con un abuelo camionero y el otro albañil, y con unos padres que se esforzaron al máximo para darle estudios, José Ramón tiene 27 años, dos carreras de Informática y Matemáticas, un máster en Ingeniería Electrónica, varios idiomas, y está cursando un doctorado en Inteligencia Artificial.

Concretamente, en la especialidad de “sistemas inteligentes basados en tomas de decisiones”.

Este domingo leíamos su testimonio en la prensa. Y una frase suya debería encender nuestras alarmas: “Los estudios me servirán para abrirme camino. Pero tal vez no en España”.

Justo es eso lo que debemos evitar. 

Debemos evitar que una sociedad que ha propiciado este “salto adelante generacional” en la formación, regale a otros los frutos de aquello que tanto le costó sembrar.

Y si en las instituciones y en las empresas existe eso que José Ramón estudia –los “sistemas inteligentes basados en la toma de decisiones”– la decisión más inteligente es retener el talento de José Ramón y de tantísimos investigadores que se esfuerzan al límite por su vocación.

Y lanzo una propuesta: la Generalitat ha impulsado un Plan Agiliza que reduce a la mitad los trámites administrativos para los proyectos financiados por Europa.

¿Por qué no un Plan Agiliza para la Ciencia y los investigadores? 

Un plan que minimice la burocracia, que incentive la actividad investigadora, y que ayude a retener y atraer el talento.

Necesitamos la colaboración de las empresas, de las universidades y, por supuesto, de la Administración. Porque, como señala la economista Mariana Mazzucato, “sin un papel clave del sector público, no puede garantizarse un crecimiento basado en la ciencia y la innovación”

Toda la tecnología que hace del iPhone un teléfono inteligente es deudora de la visión y del apoyo público. Y tres cuartas partes de los fármacos de alto impacto han sido investigados en laboratorios públicos.

Necesitamos, por tanto, un Estado emprendedor. Un Estado innovador. Un Estado proactivo que facilite el camino para que un día, José Ramón, aspire a uno de estos prestigiosos galardones.

Unos galardones que, un día ya lejano, imaginó Santiago Grisolía y que han puesto a la Comunitat Valenciana en el mejor de los mapas: el de la excelencia. 

Nuestro agradecimiento es infinito, Santiago.

Agradezo también a todos los patrocinadores     –especialmente a las empresas– que han mantenido la dotación y el prestigio de los Premios Rei Jaume en mitad de esta tormenta.

Señoras y señores, acabo con una reflexión: ustedes conocen –mucho mejor que yo– al padre de la teoría cuántica, el Premio Nobel alemán Max Planck.

Él escribió un opúsculo titulado “Sobre la naturaleza del libre albedrío”, donde desafiaba al Determinismo. Eso mismo debemos hacer nosotros.

¿Cómo podemos creer que hay un solo futuro posible en cada instante de tiempo? –venía a preguntarse Planck. La esencia de la vida –y en muchos casos de la ciencia– es su carácter impredecible. 

Como dice Harari, el autor de “Sapiens”: “El cambio es la única constante”

El futuro no está escrito.El futuro se reescribe continuamente. 

A veces, siguiendo el camino anterior. Otras veces, trazando nuevos caminos.

Como la ciencia.

Son tiempos turbulentos, ciertamente. 

Pero necesitamos derrotar a un virus tan contagioso y devastador como el Covid: el pesimismo.

Recordemos la lección que George Steiner nos deja en su libro “Un largo sábado”. Cuando por la ventana de su casa entraba el grito fanático de “Muerte a los judíos”, su padre lo tomó de la mano y le dijo una frase que jamás olvidaría: “Eso se llama Historia, y nunca debes tenerle miedo”.

En este “largo año”, todos hemos vivido dentro de la Historia en mayúsculas. Dentro del túnel, es difícil vislumbrar el paisaje que nos aguarda afuera.

Pero ya estamos dejando atrás la oscuridad. Ya clarea en nuestras vidas.

Y lejos de caer en el temor que paraliza, tenemos la obligación de escoger la actitud con la que afrontamos nuestro tiempo y sus circunstancias.

En el inicio de esta “Década de Oportunidades” cuando la innovación y la tecnología desempeñarán un papel crucial, nuestra actitud ha de ser de Esfuerzo y Determinación. 

Sin miedo. Con confianza en nosotros. Con la esperanza, que nos irradia la ciencia, en un Futuro mejor.

Esas serán las constantes para afrontar todos los cambios del Mañana.

Muchas gracias.